En la Biblia encontraremos innumerables pasajes en los que Dios nos habla acerca de cuidar el uso de nuestras lenguas; esto nos muestra que lo que hablamos realmente es muy importante para Dios pues como dice el proverbio:
“
La muerte y la vida están en poder de la lengua; el que la ama, comerá de sus frutos.” Pr 18.21
La Palabra de Dios se refiere también acerca de la lengua de varias formas:
- La boca
- El hablar mal o maldecir
- Las palabras ociosas, mentirosas, deshonestas, etc.
Dentro de los pecados que Dios mas aborrece y abomina estan los de la lengua:
Proverbios 6.16–19
»Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete le son abominables: 17 los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, 18 el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies que corren presurosos al mal, 19 el testigo falso, que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos.
Este pasaje se nos muestran tres pecados que los seres humanos realizamos con la boca:
- La lengua mentirosa.
- El falso testigo
- El que siembra discordias entre los hermanos
Cómo podemos ver todos están relacionados con la lengua.
Y es que si lo analizamos bien, nos vamos a encontrar con que los pecados de la lengua son de los que mas hacen daño; inclusive fue a través de palabras persuasivas y maliciosas que la serpiente engaño a Eva; pero también las palabras pueden causar heridas aun mas profundas que las de la violencia física:
Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, pero la lengua de los sabios es medicina. Pr 12.18
Cuando no refrenamos nuestra lengua y la usamos para mal, esta puede hacer un daño tan profundo en las personas, que incluso podemos cargar con el peso de esas palabras toda la vida, inclusive pueden generar brotes de amargura en las personas, las cuales a su vez golpean a otros por causa de esa amargura acumulada, y este comportamiento se termina convirtiendo en un circulo vicioso:
»Por tanto, no refrenaré mi boca, sino que hablaré en la angustia de mi espíritu y me quejaré en la amargura de mi alma. Job 7.11
Hebreos 12.15 Mirad bien, para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a muchos.
Pero los que somos hijos de Dios hemos sido llamados a ser imitadores de Cristo, quién al morir por nosotros en la cruz y resucitar de entre los muertos, nos ha llamado a una nueva vida.
En Efesios 5:1-4 dice lo siguiente:
1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. 2 Y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. 3 Pero fornicación y toda impureza o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos. 4 Tampoco digáis palabras deshonestas, ni necedades, ni groserías que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.
El problema es que a veces no podemos controlar nuestra lengua, y aunque amamos a Dios muchas veces terminamos enredados por nuestra propia lengua diciendo mentiras, participando en chismes, diciendo calumnias, hablando mal de otros, griterías, contiendas, groserías, etc, y es por eso que el Señor mismo nos enseña que:
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca. Lucas 6.45
Y:
Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre, 19 porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Mt 15.18–19
Pero yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio, 37 pues por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado». Mt 12.35–37
Yo he encontrado por lo menos cuatro cosas para:
COMO CONTROLAR NUESTRAS LENGUAS
- Llenar nuestro corazón de la palabra de Dios.
- Ser llenos del Espíritu Santo
- Pedirle a Dios que nos de dominio propio
- Ejercer ese dominio propio; lo que la Biblia llama: “refrenar nuestras lenguas”
- Pedirle a Dios que nos limpie nuestro corazón y empezarlo a llenar de la palabra de Dios. Veamos lo que dijo David, que al parecer se hizo un experto en esto:
Salmo 51.10
10 ¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!
Salmo 45.1
1 Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy diestro.
Salmo 119.11
11 En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.
- Ser llenos del Espíritu Santo; Mientras más llenos del Espíritu Santo estemos, mas brotaran de nuestras bocas alabanzas, salmos, cánticos de alabanza y acciones de gracias hacia nuestro Dios.
El apóstol Pablo nos dice: No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, 19 hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; 20 dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Efesios 5.18–20
- Pedirle a Dios que nos de dominio propio (que nos ayude a refrenar nuestra lengua): Salmo 141.1–4
Jehová, a ti he clamado; apresúrate a venir a mí; escucha mi voz cuando te invoque. 2 Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde. 3 Pon guarda a mi boca, Jehová; guarda la puerta de mis labios.
- Ejercer ese dominio propio lo que la Biblia llama refrenar nuestras lenguas: Este punto parece ser muy importante puesto que hay muchas referencias en las Escrituras de que seamos nosotros mismos los encargados de refrenar nuestras lenguas ya que el Señor mismo nos ha dado espíritu de dominio propio, es decir de templanza y de poder nosotros controlar nuestras bocas y no que ellas nos controlen a nosotros.
2 Timoteo 1.7 7 porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
- Veamos que nos dice Santiago:
Todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende de palabra, es una persona perfecta, capaz también de refrenar todo el cuerpo. 3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan y dirigimos así todo su cuerpo. 4 Mirad también las naves: aunque tan grandes y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. 5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! 6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. 7 Toda naturaleza de bestias, de aves, de serpientes y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. 9 Con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. Stg 3.2–17
Así que mientras no tratemos de refrenar nuestra lengua, nuestra lengua será inflamada por el infierno y contaminara todo y todos a nuestro alrededor.
Veamos otros pasajes en donde se nos enseña también este principio:
Salmos 39.1–3
Yo dije: «Atenderé a mis caminos para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno en tanto que el impío esté delante de mí». 2 Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno; pero se agravó mi dolor. 3 Se enardeció mi corazón dentro de mí; en mi meditación se encendió un fuego y así proferí con mi lengua:
Santiago 1.26
26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, pero no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
1 Pedro 3.10–12
10 porque: «El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal y sus labios no hablen engaño; 1 apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala, 12 porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal».
Salmo 17.3
3 Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; me has puesto a prueba y nada malo hallaste. He resuelto que mi boca no cometa delito.
Pr 13.3
3 El que guarda su boca guarda su vida, pero el que mucho abre sus labios acaba en desastre.
Pr 15.28
28 El corazón del justo piensa antes de responder; la boca de los malvados derrama maldad.
Pr 21.23
El que guarda su boca y su lengua, su vida guarda de angustias.
La fábula del sapito volador:
Había una vez un sapito que su gran sueño era volar, y pasaba las horas mirando las aves como volaban; un día se le ocurrió una gran idea, llamo a un amigo pájaro y le dijo: tu conoces mi gran deseo de volar, así que te quiero pedir un favor, yo voy a morder este palo y mientras lo muerdo tu lo agarras con tus garras y me llevas volando y el pájaro alegre le dijo ok.
Y mientras volaban todos los animales del campo veían aquello tan impresionante y todos cuando veían al sapito volando colgado del palo decían:
!Que gran idea! ¿A quién se le habrá ocurrido? Y cuando el sapo escuchaba lo que los animales decían ardía en deseos de gritarles que la gran idea había sido de el, pero no podía, porque si abría la boca iba a caer y hacerse pedazos, así que con todas sus fuerzas se aguantaba; pero cuando la serpiente los vio y exclamo lo mismo: !Que gran idea! ¿A quién se le habrá ocurrido?, el sapito que le traía coraje y envidia a la serpiente, le grito con todas sus fuerzas: !!!Fue miaaaaa!!!!! Así que el sapito soltó el palo y cayendo al suelo se reventó.
Así que la Siguiente vez que tu lengua se quiera desatar para decir algo malo, acuérdate de la fábula del sapito y mantén tu boca cerrada.
Otros pasajes que nos hablan de la lengua
Salmo 26.2; Salmo 139.23; Job 31.29–30; Salmo 71.22–24; Jeremías 9.5; Proverbios 6.1–5; Proverbios 27.1–2; Eclesiastés 5.1–2; Eclesiastés 5.4–6.
Efesios 4.26–32
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis lugar al diablo. 28 El que robaba, no robe más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. 29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. 30 Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. 31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia. 32 Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Oscar Castrejon
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